martes, diciembre 22

HOY

Hoy dormí entre las sombras, sin soñar nada, tratando de no respirar, tratando de vaciar mi mente.

Hoy confesé que uso el dolor para sentirme mejor. Hoy me miré en el espejo, analicé mis heridas, y descubrí que estoy ilesa. Lloré sin control.

Hoy descubrí que nos cuesta mucho dejar atrás el pasado. En Magnolia repetían una y otra vez “el pasado aún no ha acabado con nosotros”. Tenían razón.

Hoy emergiste de nuevo, como el conejo que sale de la galera de un mago. Hoy traté de creerte, traté de absorberte. Imaginé tus ojos llenos de poder y pensé que me habías mentido.

Hoy me arrastré hasta las nubes, buscando desgarrar tu salida. Un intento desesperado de que me mostrases deseo e ignominia.

Hoy respondí a tus señales. Pero de alguna manera, quedé atrapada entre mi orgullo, mis promesas y mis mentiras. Las verdades afloraron antes de que pudiera callarlas. Quise ser genuina, quise ser alguien más.


Hoy corrí como cobarde. Quería seguir adelante, pero quería irme lejos de este lugar.
El miedo y la culpa me corrían por detrás. Y la culpa es un lenguaje que vos no podés entender.

Tribunal

¿Por qué?

Por qué. Son dos palabras. Cortas, concisas, concretas. Y tienen más fuerza que cualquier miembro del Tribunal de La Haya para juzgar y señalar.

Las personas preferimos omitir verdades. Creemos que de esa forma no estamos mintiendo.

lunes, diciembre 21

7 VIDAS

A veces me pregunto que quiere tu pálido reflejo. Tomaste una postura, explicaste tus derechos.

Aspiraste vida en formas silenciosas. No deberías haber aspirado vida en formas silenciosas.


Te extrañé en el mejor de los tiempos. Me enseñaste a caminar por esa fina y cristalina línea. Lo respiraste todo para nada; apostaste y perdiste mi amor. Buscaste amplios espacios para algo. Me dejaste y yo robé tus siete vidas.

Conseguiste una segunda ronda, pero tu futuro en este pueblo ya estaba perdido.

Ahora te veo pasar, arrojando perdones y mentiras blancas para obtener oportunidades. Pero ellos no conocen la definición de misericordia.

Ahora me pedís una chance para sentir algo, pero yo todavía no encuentro el sentido de la indulgencia.

Probablemente tengas siete vidas, pero conmigo ya las usaste todas. Decís que vas a volver a casa pronto. Ya no importa. Aunque sigas siendo mi espasmódico deseo.


FRIO

Hoy me desperté con frío y estática.
Soñé con tu voz. Todavía está grabada en mi memoria. Soñé con tus ojos, pero ya no eran serenos como antes; ahora no había nada para ver en ellos, salvo el reflejo de mis propios errores. Te mentí, y el sacrificio de esconderse en una mentira fue alto. Nunca supiste el precio.

Trato de poner mis pies sobre la tierra, trato de olvidar todo lo que pasó ayer. Pero los recuerdos brotan a borbotones y también las ganas de volver a donde no estoy más. Espasmos hipócritas del tiempo.
Trato de entender que todo debe terminar, que todo y todos se desmoronan. Inclusive aquellos que nunca se quebraron.


Pronto descubrirás que nos quedamos sin tiempo para mirarnos y sosegarnos.

RAICES


¿Por qué permaneció cuando él simplemente se alejaba?

Ella nunca había podido cortar las raíces del error. Siempre asumía la culpa por el bien de los dos, sosteniendo en su conciencia todo el peso del mundo, para poder robarle al reloj de arena dos minutos más de su tiempo. No debería haber dejado que él controlase su destino, pero le no importaba nada ni nadie, seguía cegada. Era muy lenta para reaccionar.

Simplemente se había quedado sentada, esperando que él evaluase otras alternativas. Hasta que indefectiblemente la psicología inversa fracasó. Aunque él seguía a su lado, ella lo sabía muy distante. Y no podía traerlo de vuelta.

Aunque él ya no le pertenecía, ella siempre sería suya. Aún cuando cerraba sus ojos, aún sabiendo que el interior de él ya no estaba abierto para ella. Él no la olvidaría, no podría hacerlo... ¿verdad?

Se sentía extinguida. No tuvo más opciones que dar la vuelta y enfrentarlo. No tuvo más opciones que quedarse sola.

¿Y él? No se atrevió a decir que le importaba.

¿Y ella? Finalmente juró solemnemente no seguirlo, no rogarle de rodillas. No, no iba a dejarlo ajustar la cuerda alrededor de su cuello mientras quemaba y torturaba su alma. Ella no era su muñeco.

No estaba disgustada ni enojada. Sabía como era el amor. El amor a veces duele.

domingo, diciembre 20

HORACIO QUIROGA Y YO

Obsesión. Me encanta esa palabra.
Prejuicio. Ofuscación. Pesadilla. Obcecación. Ceguera. Alucinación. Testarudez. Error. Fascinación. Fanatismo. Contumacia. Obstinación. Terquedad. Insistencia. Empeño. Tenacidad. Desvelo. Temor. Angustia. Inquietud. Manía. Capricho. Perturbación. Paranoia. Monomanía. Neurosis.

Últimamente es una idea fija. Aunque si he de ser más específica, tendría que decir que se trata de un sueño. Me gustaría poseer conocimientos oníricos, tal vez así podría descifrarlo con mayor rapidez y no desgastaría los pobres filamentos de mis neuronas.
La cuestión es la siguiente: en mis sueños estoy sentada en una mecedora de mimbre, en la galería de una casa ubicada en algún lugar boscoso. Estoy leyendo, o pretendiendo hacerlo. La mirada perdida en el horizonte, espero algo, alguien. En ese momento veo, a una milla distancia, el corretear de dos perros de caza. Detrás de ellos puedo distinguir su esbelta figura; hasta puedo oler el fango que cubre sus botas de lluvia. Él llega con una escopeta al hombro y dos liebres muertas en el otro. Se reclina hacia mí y me saluda con un beso. Siento el sudor de su rostro y el cansancio de su cuerpo; trato de aliviarlo ofreciéndole un vaso de limonada. Lo acepta y lo bebe con ansias, gustoso de sentir el dulce sabor del azúcar en sus labios. Cinco minutos más tarde yace recostado en el piso. El cianuro ya bailó por sus venas y su cuerpo está tieso, morado. Bien merecido se lo tenía el muy cabrón.
Yo retomo nuevamente mi lectura de cuentos de amor, locura y muerte mientras pienso acerca de la delgada línea que separa los tres conceptos.