jueves, febrero 4

SINFONIA


Perdido en los caminos de la cruz del sur, hay un balcón rosado. Desde sus entrañas afloran los directores de la orquesta, marcando el compás con gestos grotescos. Complot corporativo y voluminosas batutas.
Con bonetes colorados y cuentas de vidrio, compran nuestra libertad; con humo negro, construyen la ciudad; con palabras de hormigón, alzan altísimos muros de censura.
Ruedan y ruedan cabezas guillotinadas por sus arquetipos de fango ortodoxo.
Ahora somos el gélido soplo de un enfermo antes de expirar. Somos la fruta que, inerte, cae del árbol. Somos el grito ahogado por los pincelazos de Munch.
No quiero estar aquí. Quiero salir, quiero ver. Quiero renovar cada noche, vivir cada día.
Lejos, existe un lugar donde puedo recrear los sabores de mi infancia. Es real. Pude verlo, sentirlo.